Por David Salces
Aún recuerdo, en mi caso, cómo la opinión fue cambiando, haciendo que dejara de identificarlas con los artistas de sus catálogos y que, en su lugar, empezara a hacerlo con acciones que poco o nada tenían que ver con la música y la cultura, y sí mucho con la cuenta de resultados.
La proliferación de Internet no hizo más que intensificar ese desapego de gran parte hacia las discográficas y las gestoras de derechos. Y es que puedo entender que persigan las descargas indiscriminadas, pero no que planteen demandas multimillonarias, que pretendan que una canción descargada equivale a una venta perdida, que a su dictado se hayan establecido marcos legales tan abusivos como la infame DMCA (Digital Millennium Copyright Act) y que los poderes públicos hayan velado tanto a su favor y tan en contra del resto del mundo.
A día de hoy, las grandes discográficas y estudios cinematográficos presionan para mantener un sistema de gestión de derechos que se ha mostrado abusivo, y que por ejemplo, castiga a creadores de contenido como Jaime Altozano, haciendo que YouTube retirara en 2018 un vídeo (excelente, por cierto, lo vi en su momento) en el que analizaba la banda sonora de El Señor de los Anillos, por una reclamación de Warner Bros. ¿El vídeo se ajustaba a lo que se denomina fair use y está legalmente permitido? Sí. ¿Pese a ello Warner reclamó y YouTube eliminó el vídeo? Sí.
Me consta, por declaraciones públicas, que cada día hay más artistas que no están de acuerdo con las políticas de las discográficas, pero el problema es que hasta hace poco tiempo eran la única vía de la mayoría de ellos para llegar al gran público. Sin embargo, esto es algo que está cambiando gracias a Internet. No muchos lo recordarán, pero Kim Dotcom, cuando anunció Mega, planteó que también quería poner en marcha una plataforma de distribución musical para que los artistas pudieran llegar directamente a los consumidores, sin pasar por las discográficas.
También recuerdo la primera vez que compré en Bandcamp, un EP y dos singles de Jennie Vee, lo feliz que me hizo poder dejar de lado a las discográficas en esta compra y que el grueso del beneficio fuera a la artista. Y lo siento, pues soy consciente de que también hay sellos discográficos que apuestan por hacer las cosas bien, El problema es que tres grandes discográficas se reparten prácticamente todo el mercado, dejando un ínfimo espacio para el resto, así como a los artistas autoeditados y auto distribuidos.
Parece, sin embargo, que ese agujero se va haciendo más grande, poco a poco, pero en lo que apunta a ser un cambio de paradigma. Y es que los servicios de streaming, las tiendas de venta directa al público y las plataformas de crowdfunding ofrecen a los artistas las herramientas necesarias para probar suerte por su cuenta, sin tener que fichar por una discográfica. Y aunque es difícil, las redes sociales pueden terminar por proporcionar a los artistas la visibilidad que, otrora, solo lograban los artistas apoyados por las discográficas.
La última señal con respecto a este cambio la encontramos en un informe publicado por MIDIA, en el que además de constatar que los servicios de streaming musical son la fuente del 61% de los ingresos generados por el sector, podemos leer que los artistas sin discográficas han superado, por primera vez en la historia, los 1.000 millones de dólares de ingresos, un modesto pero interesante 5,1% del total de la industria.
Cada día son más los artistas que descubren que hay vida más allá de las discográficas, y que aunque los medios de difusión de las mismas son importantes, se han abierto nuevas vías que permiten firmar una carrera de éxito sin pasar por ellos. Internet ha supuesto un revolución para el mundo de la música, y puede que sirva para acabar con las discográficas, o al menos con ellas tal y como las conocemos. No a corto plazo, claro, pero será interesante poner la lupa en la evolución de estos números, pues señalan una tendencia que tarde o temprano puede cambiarlo todo.